Skip to main content
0

Reconocer nuestros limites para el autoapoyo

Nuestra sociedad vive un momento en el que penaliza la vulnerabilidad, a la vez ofrece una gran bienvenida y  aceptación de la fuerza.

Todavía hoy nos  obligamos a tener entereza  y  permanecer siempre erguidos  ante las dificultades de la vida. Parece que mostrarse seguro con todo  y en todo tiene un reconocimiento social. Ahora bien… por esto se paga un alto precio.

Nadie nace con un gran coraza inexpugnable e impenetrable ya que todos tenemos historias pasadas que nos duelen en el presente.  A lo largo de nuestra vida (y a diario) ocurren acontecimientos y eventos que nos afectan. Cada vez que tapamos  aquello que nos crea sufrimiento sin darnos cuenta  estamos debilitándonos emocionalmente (perdemos energía  dirigida a lugares innecesarios), además mirar hacia otro lado nos impide ver lo evidente, pues este sufrimiento que rechazamos  con tanta tozudez llegará con más fuerza.

¿Quién no tiene presente en su vida algún fracaso?. Recordamos perfectamente el  dolor que nos provoco un ser querido. El sitio que no pude ocupar en mi familia. La falta de cariño de una pareja, o  al amor no correspondido de unos padres. Todo, absolutamente todo, fue un daño que quedo grabado en nuestra memoria emocional y  con el tiempo ha ido creando una falsa identidad que nos impide creer, pero es esta vulnerabilidad es la que realmente nos da la fuerza. Es esta la que hace que reconozcamos  nuestros límites  y nos entreguemos a la vida con sinceridad.

Nos educaron y educamos a nuestros hijos para que escondan sus lagrimas. Sin querer estamos condicionando su autenticidad y por encima de sus emociones les doblegamos con nuestra razón y creencias, así les obligamos a no mostrarse  «débiles». Con el paso del tiempo será esto la  causa de muchos miedos y de una baja autoestima. Nos generamos y causamos un sufrimiento innecesario dando por hecho que mostrarse es de “débiles” cuando lo que estamos haciendo es ser fieles a nuestras emociones y  a nuestros limites  en un “momento determinado”.

Si vemos la vulnerabilidad y la fuerza como un proceso y no un estado (cambiemos el YO SOY por el YO ESTOY) permanente, esto nos ayuda a tener una mirada de mayor empatía hacia nosotros mismos (no hay que poder con todo  y menos tener una solución inmediata). “Permitir-nos y dar-nos” el derecho a estar perdidos o superados por momentos  es reconocer que aun estando “tocados y heridos” podemos seguir el camino. Esto es  darnos el autoapoyo suficiente para sobreponernos y entender que es parte del aprendizaje ya que somos mucho más que nuestras circunstancias y ,no solo eso, además podemos modificarlas.

Aunque nos parezca sorprendente  reconocer y permitir dar luz a  la vulnerabilidad demuestra nuestra fortaleza. Para aprender de una experiencia,  primero hay que tomarla…

CAMINANTE NO HAY CAMINO

Caminante, son tus huellas
el camino y nada más;
Caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.
Al andar se hace el camino,
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Caminante no hay camino
sino estelas en la mar.

Antonio Machado

Leave a Reply